Nos hemos bañado en sus aguas (en nuestra lengua, nuestro mar es una hembra: la Mar) y la hemos oído de María del Mar Bonet, de Pastora Vega, Estrella Morente, Bebe, Franca Masu, Silvia Pérez Cruz, María Farantoúri, Alexia Vassiliou… Cantando en sus orillas descubrimos, hechizados, una síntesis de agua y tierra. Sabemos poco y menos del otro lado; gracias a gente como Pilar Sanpietro en Radio 3 nos llegan algunas voces entretejidas a las vidas musicadas de allá.
Dice Juan Goytisolo que Las Mil y Una noches es un libro contra el dogma, que ensalza a la mujer que se libera, también muestra el misterio de la migración dócil que se compartía. El Libro de la Vida guarda en sus laberintos el secreto del origen de sudeuropa, pero siempre hay quien pretende apagar la lámpara de Aladino para desviarnos de la luz que nos abre senderos. Los árabes ricos y los fulminadores gastan en palacios en vez de construir escuelas, encierran a las mujeres en vez de darles cátedras. Cristianos, judíos que trafican con armas y especulan con guerras y saqueos. Enclaustran a náufragas, refugiadas, huyentes, en ciudades de trapo de cualquier orilla (Lesbos, Líbano). Hay quienes piensan que la dignidad humana es como el agua en un colador.
Las Muchas Noches es un canto a la tolerancia para amortiguar la ofuscación de las religiones. Simbad sigue siendo el héroe que proclama que el mundo es la casa de los que no tienen. Estamos solos de amor. Ojalá podamos embrujar misiles, oxidar cañones, hechizar aviones para que lleven agua y decencia allá de donde se lo han llevado todo.
Mil y una noches para la malicia, para los codiciosos, para los que no respetan. En las aguas de nuestro mar, plagado de fantasmas, Sherezade cultivó un jardín de historias, narraciones que combatieron la crueldad para hacer caer las injusticias con la enfermedad de la cultura, como ‘Beginning’ -la Concha de Oro Dea Kulumbegashvili- para llevar la cordura a todos los países.
Francesc Reina Peral. Pedagogo
